jueves, 21 de junio de 2007

¿Dónde está el piloto? 2: la venganza sangrienta

Tiene razón Balsero Cubano, en la esquina de arriba de este blog estaba empezando a aparecer un musgo microscópico. Pero le di un tapsin y chao. Puta que sirve tapsin pa todo.
Es el remedio de Chile. Yo lo amo.
Pa cualquier cosa aplicamo Tapsin y listo.
Bueno, a lo que vinimos.

Pongo voz de locutor de fútbol y les cuento: En el capítulo anterior habíamos quedado en que me quedé dormido cuando tenía que ir a buscar a mis viejos al aeropuerto. La culpa me convirtió en una pulga manejando un autito de juguete.
Y la historia había quedado cuando llamé a mi vieja.

-Aló mamá?…esteeeem…
- Hola hijo!!!
- Esteeeem, pucha vieja me quedé dormío…
- No importa hijo, si nos vinimos en bus sin ningún problema, lo único es que como no contestabas el celular estábamos preocupados de que te hubiera pasado algo…

Xuxa mi vieja, pensé.
Cero rencor, cero bronca. La cagó.
Después le pregunté si mi papá tenía ganas de estrangularme y me dijo “naaaa, si estamos re bien nosotros, véngase pa cá y almorzamos”.

Snif. Snif y muchos snif.
Mi mamá siempre ha sido así, una mina optimista a full, y que –casi- nunca la he visto enojada.
Y si se enoja, plúm, se le pasa al toque.
Mi viejo es al revés. Pero al revés al revés, porque cuando se enoja queda la mansaca y vuelan hasta las murallas de la casa. O volaban porque con la edad el loco está más calmao.

“Ya vieja, nos vemos entonces”. Tu-tu-tu-tu-tuuuuuuu.
Coloqué mi disco de carretera (que ya les dije una vez que se llama “carretera”), y rajé a Valpo.
Cantando todo el camino. Wow.
Iba más contento que la cresta. Chalalá, segundo túnel….chalalá, último peaje….Chururutchuchú Casablanca-Lo Vásquez y Turupturúp…llegué a mi Valparaíso querido.
Cerro Placeres y wá.
Y como le dijo la vaca al burro: “esto es oooootra cosa”. Y así es, Valparaíso es ooootra cosa.

Llegué a mi casa (la de mis papás que igual es mi casa y qué jué) y estaban mis viejos con una sonrisa del porte del avión. Nos abrazamos todos como los futbolistas cuando meten un gol, y nos pusimos a saltar y a bailar una ronda (es mentira, pero necesito darle más alegría a este momento).
Abrazos, regalos, etc. Abracé a mi vieja varias veces, porque quería verla, porque tenía la culpa metida en la cuchara, y porque tenía ganas de tenerla abrazada no má.
Carepalo.

Y pa celebrar los invité a comer paila marina a la marisquería “Los Porteños”.
Bueno, y de eso quería hablarles en este post. Quería hablarles del famoso restorán y marisquería Los Porteños (el medio cambio de tema).
Cachen este concepto: Pal 21 de mayo pasado fuimos a Valpo los siguientes artistas:“Malasjuntas”, “Yonoborro”, “Balsero Cubano” y este humilde servidor. Y claro, si uno va a Valpo y no almuerza onde Los Porteños (Valdivia 169, a un costado del mercado de plaza Echaurren), entonces nunca estuvo en Valpo.
Y allá fuimos.
Eivibari (todos juntos en inglish, ojo).

Bueno, y ese día que fui, a “Los Porteños”, con los chic@s del bló me quedé pegao en el loco que atendía: el mesero. Un weón entero amistoso.
Algunos clientes llegaban y lo saludaban de besos. Cáchate la propuesta!!, de besos. Otros locos, que ya se iban, esperaban que dejara de atender alguna mesa, y se pegaban el tremendo abrazo, con beso incluido por supuesto. También le pasaban a las guaguas pa que –obviamente- las besuqueara, y luego abrazaba a toda la familia.
Saludos pa todos lados, y yo nunca había visto a un mesero tan querido.
Parecía año nuevo.

Esas weá pasan sólo en Valparaíso pensé. Una ciudad que la hacemos todos los que vivimos ahí. Más que la arquitectura y eso que tanto le gusta al turista, Valpo la hacemos todos los humoristas que vivimos ahí adentro.

Y armé una teoría.
Cáchenla.
Una micro chiquita, del porte de una miga de pan, baja desde la punta de un cerro porteño. Cerro porteño del porte de un saco de harina ponte tú. Y la micro chiquita va agarrando a toda la gente mientras baja. Y chink-chink, cuando la micrito llega abajo (al plan de Valparaíso) pum!, se ha transformado en una muestra perfecta de todo el cerro. Como una pipeta de laboratorio que agarró de todo un poco.
Hasta que finalmente en la micro se encuentra un Valparaíso pequeñito pero muy representativo de nuestra ciudad: estudiantes, obreros, cuicos, flaites, señoras con guaguas, señoras sin guaguas, minas ricas y otras simpáticas, profesores, artistas, poetas, weones locos y weones más locos aún.
En fin, todos arriba de la micrito con cara de “y cuánto falta pa llegar, ah?”

Así es Valparaíso.
Donde uno vaya se encuentra con una mezcla perfecta -o casi perfecta- de todos los que participamos en el reality-shop.
Y claro, la marisquería “Los porteños” no es la excepción.
Adentro de ese local uno encuentra desde poetas hasta candidatos a concejal, pasando por reuniones de amigos, familiones, bienvenidas de empresas, y despedidas también.

Y lo mejor de todo es que uno encuentra unas hermosas y contundentes pailas marinas, que uds se caerían de poto al probar lo buenas que son.
Las pailas llegan hirviendo (onda lava de volcán en erupción) y con un tremendo huevo adentro. Los mariscos llegan enteritos así por ser.
Bacanes-pulentos.
Y acá quiero hacer una pausa. Onda pffiiik. Detenemos la cinta y sigo de ahí.

Cambio de día y de onda.
“K-ioia” es una amiga, una buena amiga que estudió conmigo en la Universidad, y en donde nos hicimos yuntas. No alcanzó a estar mucho tiempo en la U, pero seguimo la amistad hasta que se fue.
Hasta que se fue a España digo, porque tuvo que irse pallá con su hijita (la “pachanita” que ahora está re grandota).
Pero k-ioismo volvió hace poco de vacaciones y nos reencontramos.Y fue bacán.
Un día, por ejemplo, nos tomamos 3 botellas de vino en el Bar Don Rodrigo. Y puta que es rico tomarse unos buenos tintos con una amigaza.
Pulento encuentro.

Y otro día fuimos al Mercado Central de Santiago pa aplicar pailazo marino. No me pregunten cómo, pero entramos a “Donde Augusto” que tiene tomado el mercado (en vez de Mercado Central debería llamarse “El Mercado de Augusto y el resto”).
Augusto es terrible de acaparador.

Bueno, ahora quiero que echen a correr la cinta de lo que les estaba contando antes, pero sin sonido. Achiquen la imagen un poco y la colocan a un costado, plis. Onda computeichon y wá.
Corre video y sigo la cháchara.
Entramos al peo onde Augusto y probé una de las más asquerosas pailas marinas que he probado en mi vida. Una weá color rojo que parecía que le hubieran tirado un tarro de salsa de tomates encima. Los mariscos estaban picados como si fueran pedazos de manguera pa regar el pasto. Parecía una paila marina de caucho. Puaj.
Y lo peor de todo (viene algo peor, afírmense) fue que, por estar sentados en un lugar tan top, tan famoso que a cada rato sale en televisión….lo peor de todo, les decía, es que la weá de paila era CARÍSIMA por las rechucha!!!!.
Eso fue un asalto a mano armada, y sin piedad.
Repito, y confirmo: es la peor paila marina que he comido en mi vida.

Ahora agranden la pantallita de la historia que les estaba contando antes, y pónganle sonido, porque vuelvo a contarles.

Bueno, ese día (el día que fui con mis viejos a comer paila marina) seguí pendiente del mesero cariñoso. El loco tiraba la talla pa todas partes, hasta que llegó a la mesa de nosotros, y mi viejo le pidió una botella de vino blanco.
- Tengo puro Santa Carolina- dijo el mesero.
- ¿Y cuántas estrellas tiene? - preguntó mi padre.
- No sé, tendría que contárselas- respondió el loco, y nos cagamos de la risa todos.

Puta el weón chistoso, y agarró papa con nosotros porque cuando ya habíamos terminado de almorzar, se puso a chacharear a full con mis viejos, y conmigo por supuesto.
Mientras nos agarrábamos la wata de risa el compadre nos contó que él era un loco terrible de humilde. Tan humilde que en el colegio sus compañeros de curso poco menos que creían que él iba a terminar viviendo debajo de un puente.
Contó que un día se juntó con ellos, después de muchos años, y que casi no lo recocieron hasta que dijo que él era “El Carlos, ….el que vivía en la quebrá”. Y sus compañeros quedaron pa entro de verlo tan top, vestido como pa salir a bailar a cualquier salsoteca del mundo.
En ese estilo el compadre.

Bueno, Carlos también nos contó de un tratamiento dental que se estaba haciendo con un dentista que vive en el mismo edificio onde él vive. “Más que un dentista, es mi amigo”, dijo. Y siguió: “Yo lo weveo caleta porque me hace ir a la consulta y me saca la muela, me mete una muela provisoria, y después me saca la muela provisoria, y me la vuelve a poner, y ya me tiene loco el weón de tanto que me la mete y me la saca”.
“Déjame la weá puesta alguna vez po le dije en la consulta”, remató.

Wajajajaja, mis papás estaban cagaos de la risa con el mesero mientras el loco, pa contarnos cualquier cosa, nos agarraba de todos lados. A mi viejo, por ejemplo, le pegaba unos toques con el brazo, como aleteando mientras le hablaba a mi vieja.
Era pa cagarse de la risa.
A mi también me agarraba, de los hombros por ejemplo, y nos cagábamos de la risa. Con la boca abierta como si estuviéramos en la consulta del dentista amigo de él.
Así: WUAJAJAJAJAJAJAJAJ con todo el hocico abierto. Yo le veía las muelas por ejemplo, pero no recuerdo si tenía tapaduras.

El loco embaló tanto con el sistema, que se empezaron a ir todos los clientes del restorán y quedamos nosotros solos.
No sé cómo, ni por qué, pero después empezó a contarnos sobre los papás de él. Y nos dijo que cuando él era cabro chico, lo obligaban, todos los sábados en la mañana, a tomar clases de…baile!!.
Si, así tal cual: clases obligatorias de baile.

Los papás de este compadre lo obligaron a aprender a bailar tango, salsa, twist, cumbia, cueca, y lo que fuera. Generalmente los papás lo obligan a uno a tomar clases de matemáticas o de historia, pero ellos no. A Carlos, sus papás lo obligaron a bailar.

Y a pesar de que, al principio, ninguno de sus hermanos entendía ná, nos dijo que es el regalo más hermoso que sus padres le podían haber dejado, y que él, a fiesta que va, se pone a bailar como pirinola.
Y aquí el loco, que había estado meta tallas, hizo un cambio cinematográfico y nos contó que hace unos meses su madre había muerto en sus brazos. La señora estuvo re mal y “lo esperó” a que apareciera él pa morirse mientras él la sostenía.
Nos contó eso, y al compadre se le llenaron los ojos de lágrimas y, la verdad, es que a nosotros también.
Y ahí estábamos: casi llorando en una mesa del segundo piso de una marisquería famosa en Valparaíso. Mi vieja se emocionó caleta. Snif. Y eso que ella no tomó ná de vino.
Yo sí tomé, y estaba como cuando fui a ver La Vida es Bella: no quería llorar, pero casi.
Carlos tenía los ojos como de pescao. Grandes y brillosos.

Eso sería todo, pagamos la cuenta, y mientras bajaba la escalita el mesero me dijo “voh tení que llamarme cuando vengai a Valpo pa tomarnos un copete po”, y me anotó sus números de teléfono en un papel que todavía tengo guardado.

Fue cuático todo.
Un día de contrastes como dirían en la tele.
Pasé de la culpa a la alegría.
De la risa a la pena-casi-llanto.
Pasé de ser uno de los que miraban cómo el mesero se besuqueaba, y abrazaba, con los clientes, a ser “uno más” de ellos.
Y del día a la noche porque cuando salimos del restorán con mis papás ya estaba oscureciendo.
Es mi propio ying y yang, pero en chileno. Yo lo bauticé como “el bú y el já” o el Já y el bú”.
Como sea.

Ese día con mis viejos salimos del restorán cuando Valpo se estaba poniendo de color azul, felices de la vida, y yo pensando en que lo adoquines de la calle se ven bien a eso de las siete de la tarde porque les llega un brillo re groso. Parecen panes batidos, pensé. Y sobre ese concepto nos fuimos caminando con mis viejos: sobre una calle llena de panes batidos azules.

Si aparecen las letritas de fin de la peli me avisan.
Plink!

martes, 5 de junio de 2007

¿Dónde está el piloto?



Estoy durmiendo y por la nubecita que se arma cuando uno sueña pasa un avioncito.
Ñeeeeeeeeeee…. Y se va.
Se vaaaaaa. Y arriba del aparato van mis papás (chiquititos ellos) agitando unas banderas y diciéndome: “despierta weón, despierta!!!!.
En volá de sueño.

El jueves 31 de mayo fui al primer campeonato de estriptís, organizado por The Clinic. Había escrito caleta de eso, pero hago el resumen: ganó un loco que tenía menos ritmo que una gotera. Pero bien, porque manejaba el concepto del antiempelotamiento. En realidad daba lo mismo que estuviera en un escenario, o en su casa.
Bueno, a mi -la verdad- me da lo mismo que esté en cualquier parte. Verlo con el calzoncillos a media raja no lo encontré muy sexy que digamos.

En segundo lugar salió una mina con un cuerazo de miedo. No sé cómo explicar esto, pero es un lo-ma-zo por todos lados: de frente, de perfil, de costado, de arriba, de abajo…uhhh cosita.
Lo siento, pero es que me emocioné con la mina.

Y bueno, estuve rodeado de famosos, famosillos, actores, cecucés y hasta cientistas políticos.
En una entré al baño y estaba Álvaro Díaz, fundador de 31 minutos.
O sea…en ese momento caché que estaba adentro de la tele, pero en mala.

Bueno, ese día –jueves- el carrete terminó camino a mi pega (me pegué el medio salto a todo esto).
Dormí muy poco, si es que se puede llamar dormir a: abrir los ojos, cerrarlos, abrirlos, suceden cosas así por ser, y cerrarlos de nuevo.
Caminando hacia mi trabajo pensaba en que el frío hace bien para despertar.
También pensaba en cómo cresta iba a estar el resto del día despierto (en mi pega colocan aire calientiiiiito, todo el rato. Eso me dio miedo).

El asunto es que el viernes hubo algo parecido al concepto del jueves: vino tinto, pizza, gente que aparece y desaparece. Y yo llegando a mi casa a las 6 de la mañana.
Ese día tocaron Yeti y Zaturno (ex Tiro de Gracia), en el Galpón 7.
Cuando escucho a Yeti pienso en una peli de acción, pero de acción mental. Con el protagonista sentado, y pensando en la acción.
Algo así como Yeinbónz tomándose un wiscacho, y viendo pasar todo frente a él.
A eso me suena Yeti, y quería decirlo porque los locos son pawer.

Zaturno estuvo japi.
Es como una terapia escuchar a esos locos jijó. Onda positivismo con cuática. De hecho el loco pasó varias veces por mi lado y como que nos íbamos a saludar, pero no. Después pasó de nuevo: y sí, pero no.
El compadre es chiquito, y usa ropa súper ancha, como que adentro caben 2 personas fácil.
De la pura wena onda que tiene caben dos personas.

Y sigo.
Ese día llegaban mis padres de Europa, hablo de la madrugada del sábado, y este pechito tenía que ir a buscarlos en auto al aeropuerto, pa llevarlos de vuelta a Valparaíso.

Horas antes, muchas horas antes, estaba con Matías hablando de todos los carretes a los que uno les haría un “controlzeta”, pero al toque. Esos carretes y borracheras de los que uno se arrepiente al otro día, y al otro día, y al otro día, y así.
Bueno, yo me arrepiento del carrete del viernes por ejemplo.
Pero más me arrepiento de haber pensado que uno puede dormir cinco minutos. Cinco minutos que se transformaron en cinco horas!!!
Cuando desperté eran las 11.40 hrs…HORROR POR LAS REXUXA!!! Mi celular descargado, yo con ropa.
Pum-pá, en 2 segundos y medio estaba arriba del auto y manejando al aeropuerto.
Rogaba que el avioncito se hubiera atrasado, mientras me imaginaba a mis papás sentados arriba de las maletas, y esperándome.
También me imaginaba a mi papá, colorao como tomate de puro caliente conmigo.
Como pa estrangularme.

Iba en eso, y me llama mi hermano: “saaale weón, si los papás ya se fueron a Valparaíso en bus” me dice. Y yo me deprimí.
Snif.

Me convertí en un autito de juguete andando por la carretera. Pa hacer más triste la escena decidí ir a tomarme un café y... un-dó-tré: “sentarme en la plaza a fumarme un porrito, y miraaaaaar a las palomas comer, del pan que la gente les tira…chalaláchalalá” (este tema es de Calamaro a todo esto).
Me fui en volá triste, y me metí a la comuna de “Maipunk”.
Y me perdí.

¿Mira que lindo?

Vi un montón de lugares pa arreglar cosas, fierros, autos, pero ninguna cafetería.
Y llegué a Lo Prado porque en un cartel decía: Lo Prado.
Si no sé salir de Maipú , menos posibilidades tengo de salir de Lo Prado, pensé.

Así que seguí a una fila de autitos porque -según yo- donde hay más autos está la salida. Y los seguí.
Pin-pin-pan, ya me había transformado en un autito de dos centímetros.
La culpa es como las pastillas de chiquitolina que se tomaba el Chapulín Colorado. Te hace pequeño. Muy pequeño.

Pasamos por muchos lomos de toro, casi bailando arriba del auto. Un camino de tierra y chazám!!! Aparecí en avenida, o calle, Pajaritos que conecta con el centro de Santiago.
Yupi!!.
De ahí rajé por la carretera pa buscar un teléfono público, y llamar a mis viejos.

Mi madre debe estar furia pensé, pero mi papá si que es caliente. Ese loco me debe querer tirar a la hoguera, aunque en realidad, yo también me hubiera tirado a la hoguera.
La cosa es que manejé y manejé, y manejé hasta que encontré un teléfono público y llamé a mi vieja.

Aló, mamá?…esteeeem.

¿Les he contado que cuando chico veía Hulk, y en la mejor de las partes aparecía un texto que decía: ESTA HISTORIA CONNNNTINUARÁ, les he contado esto?.
Bueno, acá va mi homenaje a una de las mejores series de televisión que he visto en mi vida: HULK.

Voy a seguir escribiendo y vuelvo.
Peeermiso.